Somos transaccionales y ahí está el error
Ponte en esta situación por un momento.
Tienes un matrimonio transaccional.
Duermen en la misma cama, sexo eventual (sin entrar en detalles de cada cuánto), uno que otra ida a comer afuera, cine, vas a trabajar y cuándo regresas, le preguntas sobre su trabajo, le abres la puerta del carro cada vez que se sube, regalo en Navidad y en su cumpleaños.
Lo haces bien, cumples, respetas, le dedicas el tiempo que para ti es justo.
Pero, si no emocionas a la otra persona, la haces reír a carcajadas, le generas experiencias, le agregas cosas nuevas en el tiempo, se va a ir con el primer degenerado (a) que verdaderamente le mueva la aguja.
Y sin avisarte.
¿Por qué crees que con tus clientes es diferente?
El mundo se volvió transaccional. Pegado a políticas de compañía. ¿Te han dicho, es que es la política de la empresa? Y todavía tenemos el descaro de decir, ya no existen los clientes fieles.
Ja.
Los clientes no son fieles porque se aburren o dejaron de recibir valor
Son 4 tipos de empresas o personas que veo en el mercado de forma continua.
1. Quienes lo hacen a su modo, no importa si al cliente le sirve o no. Simple y plano. Culpan al planeta por sus resultados.
Ese cónyuge que se casó y se desentendió.
2. Quienes crean políticas y procedimientos para cuidarse, por lo general desactualizadas, que generan puntos de fricción con los clientes. Creen firmemente que crear empresas es crear requisitos para trabajar con ellos.
El cónyuge que crea una estructura de familia, con unos planes, valores y actividades que a él lo mueven, teniendo muy poco en cuenta a su pareja.
3. Quienes hacen un gran trabajo transaccional, operan bien el detalle y entrega lo que prometen. Cumplen con los estándares.
Ese cónyuge que se esfuerza y cumple pero no emociona.
4. Quienes viven y respiran porque cada interacción con su cliente sea especial y saben que de eso depende que vuelvan una y otra vez.
Ya sabes a qué tipo de cónyuge me refiero acá.
Ahora, cómo hacerlo. 4 pasos.
1. Haz que lo que salga por la boca de tus clientes sea wooowww. No un simple gracias.
2. Lo que los clientes compran es valor, pero para retenerlos y facturarles más, hay que darles más valor en el tiempo.
3. Elimina esos engorrosos puntos de fricción, que a tus clientes los alejan de ti. Encuéntralos y pásalos a mejor vida.
4. Pídeles que te refieran.
Esto ni de riesgos lo vayas a hacer con tu cónyuge. No me metas en problemas.
«Amor, Miguel en la newsletter dice que me presentes unas amigas».
5. Siempre pregúntales para saber que les genera valor. Entiende donde fue que les generaste impacto.
Todo por hoy.
Bueno, no todo, he creado algo que llamé La Gran Escuela de Ventas, donde puedes encontrar mi libro, talleres en vídeo digital para que los veas una y otra vez con documentos de soporte y la metodología para enviar cotizaciones comerciales.
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Pero, viene con algo adicional y es que a quienes compren a través de la tienda, les doy soporte a través de preguntas que respondo por Whastapp. La razón: esto ayuda un montón con la implementación.
Abrazo apretado,
Miguel Rozo